sábado, 26 de septiembre de 2009

Hace ya bastante que deje abandonado mi blog. Le pido disculpas. No es culpa suya que hasta ahora me haya dignado de entrar a la página; darle clic a el hiperbinculo "conectar"; escribir mi memorizado usuario y password y como paso final clickear en el botón "entrar". Mientras escribo esto estoy tumbado boca abajo sobre mi cama - para los que me conocen, sabrán que duermo en el piso por comodidad - escuchando una lista de reproducción aleatoria con la discográfica descargada ilegalmente de Ricardo Arjona. 

Tomando en cuenta que aunque mi intención es que éste material llegue a ser leído, por otra persona, no es totalmente fundamental ni espero quedar bien con nadie ni tampoco mostrar realidades alternas ni nada. Lo escribo para mí. Como un diario diría mi madre. También para que dentro de unos años recuerde como escribía; en fin, recordando los últimos sucesos, primero haré una descripción de mi encuentro con José Emilio Pachecho.

La fecha llegó, yo estaba emocionado, vería a uno de los mejores poetas - aunque su narrativa tampoco deja de ser maravillosa - llegue al recinto una hora antes del evento: no había nadie, hasta dude si en verdad José Emilio estaría aquella tarde. La recepcionista detuvo mi inquietud, Pacheco llegaría en cualquier momento. Mi madre me acompaño: quería también ver a Pacheco. Poco a poco fue llegando más personas: todos, alumnos de las preparatorias de la Uni; con una total indiferencia del evento; con sonoras quejas de estar en ese lugar y con una cara de güeba que no podían con ella. En fin. Poco a poco pasaban los minutos, y al cabo de un rato, llegó Pacheco. 

Nadie más que las diez personas que no íbamos por los canapés que regalarían al final de la conferencia notamos su presencia. Pasaron los minutos y las obligadas presentaciones no se hicieron esperar. Pesimas por cierto. Una mujer que a leguas se notaba que estaba ahí por su amistad con Pachecho y nada más; el rector que es un autentico imbécil ( su discurso, con horrores gravísimos de sintaxis ); después, hablo Pacheco. Lucido, con un humor muy fino, irónico, humilde, agradecido. Que gran persona, tan sencilla. Después, al acabar los diálogos, los acarreados fueron por su premio: camarones empanizados, vino tinto, sodas, aguas, galletas. Los que fuimos por vocación, tuvimos un buen rato cerca de José Emilio. Al final del recorrido, llegó la tan ansiada firma de mis dos libros que durante más de dos horas tuve pegado a mi pecho junto a mi pluma de plástico color negra. El no la acepto, prefiero un marcador, me dijo al momento en que me dedicaba una sonrisa ... al final y con los ojos enlagrimados, subí al carro con mi mamá, es hora de volver a casa, acabar la tarea, y poner esos dos libros en mi sección favorita, donde están los autografiados ... arriba de donde están los de Crepúsculo y Harry Potter ...


Gracias a Aldo me acabo de dar cuenta de la cantidad de tarea que tengo, me hubiera gustado escribir más, será después, espero que dentro de poco. Es hora de dormir, mañana creo que no tendré juego, y aunque hubiera, ya no calificamos, equis.

Cierro mi escrito con un experimento narrativo hecho mientras estaba en un estado poco usual, pero eso será contado en otra ocasión ...

"Ella despertó un día de mar en que la lluvia no tomaba la forma usual de lo que la mayoría entiende por lluvia era verde ese mar tan antes azul pero que ahora logra comprender que la perpetuidad de su verde lo es tanto como el aleteo de una mariposa en un campo de rosas en una tarde de abril o quizás de mayo lo bueno es que en aquella tarde en la cual ahora estoy relatando Ella viajo en metro ese metro tan lento pero a la vez tan vacío porque cuando está más vacío los pensamientos propios gozan de atemporalidad"