El avión cruza cielos, nubes, alientos;
la brisa corta la respiración, las ansias, los mares.
Tú presencia roza almas, penas, amaneceres;
el arpón de tu mirada incrustado en mi ser.
Navego en un mar de pasajeros
de cervezas
de historias
de cigarros apagados y de ronquidos
Disparo miradas
(bocinas que hablan en inglés)
los pasajeros se conocen sin mirarse,
sin hablarse, sin saberse.
La Ciudad de México me espera
/dócil, peligrosa, seductora/;
Escapo del calor de la ciudad
y de tu mirada empañada por dos cristales.
Tengo el asiento 12B por casa,
un libro de Efraín Huerta por Biblia.
Y en la memoria, tu aliento
que no deja de asfixiarme
cuando vuelo rumbo al Distrito Federal.
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