y te descubro tan hermosa
-tus ojos, tu cabello, tu ausencia-
me miras, me sonríes (la ausencia persiste);
La tarde llega y yo
soñando: con tu cintura
con tus días de verano;
te sueño conmigo en un jardín;
te sueño en París y en Cuernavaca.
Mi ser es el viento que
te enfría al amanecer;
siempre ahí, aunque tu
no lo compenses.
Él llega al filo de la noche,
y no ocupa que lo hagas esperar
/para eso estoy yo/.
Su presencia -escupitajo-
quema, duele, consume.
Él y tú se observan,
no ocupan lenguaje ni yo tampoco;
el anochecer da paso a la luna,
y obliga mi partida.
Los observo de lejos
y el "porque yo no"
vuelve a mí y me consume
me quema.
Mi siempre amor y devoción
tienen menos peso que
su repentina memoria
de fines de semana.
Y lo peor es que sé,
que la próxima noche en que yo deba irme
para no entorpecer el protocolo,
tú /al lado de él/ me sonreirás,
y yo no podré más que hacer lo mismo,
lejos de ti, para que puedas ver mi sonrisa,
pero nunca mis lagrimas...
lagrimas ...
que brotan cuando llegan con él la noche y la luna.
Escribo esto desde mi esquina
/libreta, pluma y cigarro en mano/
lagrimas lagrimas;
y una foto tuya, encerrada
en mis recuerdos,
/tú, él/ que no sé como destruir ...
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