sábado, 7 de noviembre de 2009

Y este wey sigue creyendose (pseudo)poeta ...


Llego al filo del amanecer
y te descubro tan hermosa
-tus ojos, tu cabello, tu ausencia-
me miras, me sonríes (la ausencia persiste);

La tarde llega y yo
soñando: con tu cintura
con tus días de verano;
te sueño conmigo en un jardín;
te sueño en París y en Cuernavaca.

Mi ser es el viento que
te enfría al amanecer;
siempre ahí, aunque tu
no lo compenses. 

Él llega al filo de la noche,
y no ocupa que lo hagas esperar
/para eso estoy yo/.
Su presencia -escupitajo- 
quema, duele, consume. 


Él y tú se observan,
no ocupan lenguaje ni yo tampoco;
el anochecer da paso a la luna,
y obliga mi partida.

Los observo de lejos
y el "porque yo no"
vuelve a mí y me consume
                                me quema.

Mi siempre amor y devoción
tienen menos peso que
su repentina memoria 
de fines de semana. 

Y lo peor es que sé, 
que la próxima noche en que yo deba irme 
para no entorpecer el protocolo, 
tú /al lado de él/ me sonreirás, 
y yo no podré más que hacer lo mismo, 
lejos de ti, para que puedas ver mi sonrisa, 
pero nunca mis lagrimas...
                                        lagrimas ...                                              
que brotan cuando llegan con él la noche y la luna. 


Escribo esto desde mi esquina
/libreta, pluma y cigarro en mano/
lagrimas         lagrimas;
y una foto tuya, encerrada
en mis recuerdos, 
/tú, él/ que no sé como destruir ...

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