miércoles, 14 de julio de 2010

Quemando tu bandera en la frontera de la soledad






En la noche, la fruta en mi plato tiene un toque casi poético. Y digo casi por miedo a definir la poesía. Mi cuarto no tiene cama, años de dormir en el suelo me obligaron a quitarla. Pese a tener francés mañana, no tengo sueño. No, en realidad sí tengo sueño, mucho sueño. La voz de Sabina y el piano casi me hacen flotar. Éso y el último libro que leí. Murakami no tiene madre. No dudo que muchos, al igual que yo, se depriman al leer sus libros. No es para mal, solo es su efecto. Sandía y plátano son las frutas que escogí. Congenian bien, y el sabor del plátano es perfecto entre el jugo de la sandía. "Ay, Praga, Praga, Praga, donde el amor naufraga en un acorde" dice Sabina.


Ese monstruo que llamamos página en blanco



Necesitaba sentarme a escribir. Tenía ganas hace tiempo. Sin embargo, no hay palabras: no hay nada. Hablar casi por inercia. Leer, eso sí, leer deber ser el acto más orgulloso del ser humano. Mi mundo, mi universo, mi aspirina en cada página. En cada palabra. Escribir es complicado; y más cuando, como en mi caso, no sabemos por ni para qué escribir. Solo es por inercia, por vivir. Al igual que los pulmones perderían su leimotiv si dejaramos de respirar, nuestras manos y ojos perderían el suyo si no pudieramos leer y escribir. Siempre miento, la sinceridad no es difícil, mas si compleja. Sí tengo a quién y por qué escribir, es sólo que ya no sé quién es. Mejor dicho, su nombre, pero no quién es. En el plato, solo hay jugo y semillas. "Los condenados pagan cara su salvación", diría Joaquín.


Y es que, cuando te disparan, sangras.


Si hay algo que detesto es la palabra madurez. Qué pretención. A riesgo de parecer inmaduro, creo que es un termino que denota una gran hipocrecía. Sin duda, la experiencia me ha enseñado que aquel que se declara a sí mismo maduro, tiende a serlo menos que los mortales que no lo son. Una prepotencia (mal)disimulada ante la auto-exibición de nuestras virtudes es lo que, quien mantiene una conversación con una persona madura, tiene que soportar. Y peor aún, tener que demostrar interes ante el Sigrfido que tiene frente a él. Doble hipocrecía. Doble inmadurez. A los maduros no les vendría mal la definición de congruencia. "Ay, Praga, Praga, Praga, dos dedos en la llaga, y un santo en el desban." Olé, Flaco.


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