lunes, 27 de septiembre de 2010

Erma

El frío de su cuerpo aumenta con el sudor impregnado en las sábanas y el colchón. La conciencia le duele menos que su sexo, que no durmió en toda la noche; uno a uno, los clientes recurrían al servicio sin la molestia de preguntarle siquiera su nombre. Fuma en silencio el único cigarro que guardaba su cajetilla, mientras limpia sus tacones. Se levanta de la cama dejando huellas de humedad por el suelo y mira su rostro frente al espejo improvisado que ha montado sobre el único mueble, además de su cama,  que adorna la habitación. La barba apenas naciente ensombrece su rostro, y su bigote aún guarda muestras de labial. Cuatro golpes desmedidos a su puerta hacen que vuelva en sí.

- Muévete, que ya es hora

- Ya voy…

Una mezcla de resignación y ausencia escapa de sus labios. Mira por la ventana en busca de los últimos rayos de sol. Golpean de nuevo su puerta al tiempo que prepara una línea con la ayuda de la navaja de afeitar. Sobre la cama, los senos postizos que usará por la noche esperan ser perfumados. 

3 comentarios:

  1. Pasa el tiempo, y con el tus palabras adoptan el efecto contrario al esperado... En lugar de terminar por desfallecer en los rincones de mi mente; me descubro evocándolas en los más extraños descuidos.

    ¿Dónde estás?

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  2. "... me descubro evocándolas en los más extraños descuidos."

    Me encantó esa frase.

    Y tú? dónde estás?

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  3. Aquí. Justo aquí. Absorta en tu vestigio mientras no dejo de susurrarme maldiciones por mi tardia noción.

    Y si notas que mis dedos tiemblan al teclear, es por que la espera les ha vuelto quebradizos.

    ¿Sigues ahí?

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