lunes, 27 de septiembre de 2010

Erma

El frío de su cuerpo aumenta con el sudor impregnado en las sábanas y el colchón. La conciencia le duele menos que su sexo, que no durmió en toda la noche; uno a uno, los clientes recurrían al servicio sin la molestia de preguntarle siquiera su nombre. Fuma en silencio el único cigarro que guardaba su cajetilla, mientras limpia sus tacones. Se levanta de la cama dejando huellas de humedad por el suelo y mira su rostro frente al espejo improvisado que ha montado sobre el único mueble, además de su cama,  que adorna la habitación. La barba apenas naciente ensombrece su rostro, y su bigote aún guarda muestras de labial. Cuatro golpes desmedidos a su puerta hacen que vuelva en sí.

- Muévete, que ya es hora

- Ya voy…

Una mezcla de resignación y ausencia escapa de sus labios. Mira por la ventana en busca de los últimos rayos de sol. Golpean de nuevo su puerta al tiempo que prepara una línea con la ayuda de la navaja de afeitar. Sobre la cama, los senos postizos que usará por la noche esperan ser perfumados. 

jueves, 2 de septiembre de 2010

Ella.


"Y ahora, Carmen, se muere en ese desgarrarse
y ahora, Carmen, revive y trata de encontrarse
todo por amor"
Pedro Guerra. 


El aeropuerto de Monterrey era una mezcla de luz tenue y frío en las aceras. Seis treinta y nueve de la mañana. Sobre mi espalda cargó el atuendo de una temporada por Europa. Dicen que a París se llega buscando la inspiración -si es que existe- o buscando el olvido - si es que existe-. El refugio de los deprimidos me dijeron una vez. 

*

Las escaleras eléctricas son parte del cliché para quien observa a quien se va. La figura se pierde y la unión se dispersa. En mis audífonos suena la canción que siempre me recuerda su nombre. Ella un día me pidió perdón. sin las siete de la mañana y yo escapo en pos de olvidar y de un no sé que pero que me impulsa a tomar este vuelo. La escala en Houston inicia en una hora. 

*

La primera vez que la vi me enamoré, o me gustó, o inevitablemente pregunté su nombre; quizá no, quizá solamente la vi pasar como quien ve caer la hoja del árbol. Para el caso es lo mismo, meses después le declaré mi amor de una forma tan estúpida que prefiero no recordarlo. No sé si en un inicio sintió lástima o realmente ya habíamos forjado una amistad. Carmen y diecinueve libros en mi maleta. Carmen y mi gabardina  y boleto de avión. Carmen y la pulsera que jamás le devolví. 

*

A veces soñaba que ella aparecía ente mí, mirándonos uno al otro, sonriendo durante un instante o durante toda una vida. Solo bastaba vernos. Entonces amanecía, y el sinsabor en la garganta era el knock out con que despertaba. Yo sabía que jamás lograría nada con ella. 
Me explico, yo sabía que ella jamás se iba a interesar en mí de la manera en que yo lo hacía. Que aunque soñara el día en que viviéramos juntos con tres hijos en una colonia de la Ciudad de México, envejeciendo juntos, leyendo juntos, y despertar cada mañana viendo su rostro, sabía que a lo máximo ella soñaba con no lastimarme con sus No.

*

Dos horas en Houston antes de tomar el transatlántico. Llevo en la maleta los poemas que ella jamás ha leído. 

*

Hubo semanas en que pensé que podría pasar. No recuerdo una temporada tan feliz al inicio, ni tampoco una más desesperada al final. Regresé a la realidad, y a la costumbre de saberme siempre lejos de ella. 

*

Dicen que París te hace olvidar. Ocho de la mañana en el aeropuerto Charles de Gaule. Catorce grados centígrados. No pierdo la esperanza que algún día me diga que sí. En el pasillo, un mexicano saca de su mochila una máscara del Santo y se la pone. Vi a Carmen bajar del avión en que yo viajaba. Se pasó de largo sin que yo pudiera llamarle. Las bocinas indican que el vuelo rumbo a Estambul se retrasará dos horas. 


jueves, 26 de agosto de 2010

#poesía


¿Qué es la poesía?
¿Una lámpara con un condón x foco?
¿Es el dulce sabor amargo de un cigarro en ayunas?
¿Es acaso el suicidio, 
las balas
los vales de despensa
o la bisutería?

No lo sé, pero cuando nuestros rostros se unieron
casi lo supe...

(Y el "casi" me come por dentro.")

Tarea 6

Silencio es el dolor de no encontrarte
en las calles vacías que recorres
mientras busco en el canto de los autos
nomenclaturas  y dialectos
que me ayuden a detener
las palpitaciones de mi corazón
que se sabe frágil y se sabe en una
pena constante y calla y arrasa 
fantasma en mi interior
que une los súcubos y los cupidos
en una orgía de las mil noches, 
de las mil voces en un páramo de arena
de vidrio y pétalos de espinas.

El uniforme de mis días nace en la luz de una vela;
autos, más autos cargando
el cartílago de los transeuntes;
siniestra suerte, repliego en mi voz
los matices de una lámpara en ayunas.
El parpadeo de un ciego
es la difícil postal del castillo que es tu rostro.

A veces callan las 16 avenidas;
callan tu nombre que no es tu nombre ya sino mi nombre
que ya he olvidado en una 
fotografía que no es tu rostro
sino el dolor, el dolor de no saber
ni ser sino un punto en el suelo, 
una mancha, una mota de polvo,
o el pétalo de una rosa.

martes, 24 de agosto de 2010

Llamadas telefónicas.


A veces me resultan un tanto difícil por tener que pasar por los saludos innecesarios y los intereses fingidos en la vida de los demás que implican las llamadas por teléfono. No es ser mal educado ni tampoco alguien que se queja de todo (y vaya que me quejo de mucho), es sólo que prefiero ir al grano en cuanto a las llamadas. A claro, no con todos, pero sí en cuanto asuntos mínimos se refiere. 

Sin embargo, en últimas fechas las llamadas del banco a la casa son cada vez más desesperantes. Una vez cada dos días era tolerable, recordatorio entendible de quien se le debe al deudor. Una vez al día tampoco era molesto. Pero recibir entre siete y nueve llamadas diarias desde las siete de la mañana se vuelve un calvario. Yo comprendo que la razón es que mi papá no ha pagado al banco lo que debe. Sin embargo, tener que aguantar diariamente el "buenas tardes con el señor fulano de tal" no es agradable. Desespera. 

Para evitar la molestia hay bastantes métodos. El que más uso es pedir que me espere un minuto y colgar en el acto. Mi madre tiene un poco más de tacto en este aspecto:

-No se encuentra el señor, habla la sirvienta
-Podría anotar el número qué le vamos a dejar, señorita, para que le diga al Sr Fulano que llamamos?
-No, no puedo, no sé anotar.
-No sabe anotar?
-No señorita
-Cómo se llama usted?
-Carmen
-Bueno, Muchas gracias.

Yo entiendo las deudas, caray, pero que estrés aguantar a estas personas... y los disfraces que debe ponerse uno para persuadirlos.