martes, 24 de agosto de 2010

Llamadas telefónicas.


A veces me resultan un tanto difícil por tener que pasar por los saludos innecesarios y los intereses fingidos en la vida de los demás que implican las llamadas por teléfono. No es ser mal educado ni tampoco alguien que se queja de todo (y vaya que me quejo de mucho), es sólo que prefiero ir al grano en cuanto a las llamadas. A claro, no con todos, pero sí en cuanto asuntos mínimos se refiere. 

Sin embargo, en últimas fechas las llamadas del banco a la casa son cada vez más desesperantes. Una vez cada dos días era tolerable, recordatorio entendible de quien se le debe al deudor. Una vez al día tampoco era molesto. Pero recibir entre siete y nueve llamadas diarias desde las siete de la mañana se vuelve un calvario. Yo comprendo que la razón es que mi papá no ha pagado al banco lo que debe. Sin embargo, tener que aguantar diariamente el "buenas tardes con el señor fulano de tal" no es agradable. Desespera. 

Para evitar la molestia hay bastantes métodos. El que más uso es pedir que me espere un minuto y colgar en el acto. Mi madre tiene un poco más de tacto en este aspecto:

-No se encuentra el señor, habla la sirvienta
-Podría anotar el número qué le vamos a dejar, señorita, para que le diga al Sr Fulano que llamamos?
-No, no puedo, no sé anotar.
-No sabe anotar?
-No señorita
-Cómo se llama usted?
-Carmen
-Bueno, Muchas gracias.

Yo entiendo las deudas, caray, pero que estrés aguantar a estas personas... y los disfraces que debe ponerse uno para persuadirlos.


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