"Nada de lo que ocurre en este cruel 2010 -de los terremotos a la nube de ceniza, de la miseria creciente a la inusitada violencia que devasta a países como México- era previsible al comenzar el año. Todo cambia día a día, todo se corrompe, todo se destruye. Sin embargo en medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie, y hoy como nunca son capaces de darnos respuestas, el misterio y la gloria del Quijote."
Así es como cerró José Emilio Pacheco su discurso al recibir el Premio Cervantes de Literatura. Notoriamente emocionadó. Ante un público rendido a sus píes, el mejor escritor mexicano de los últimos tiempos. Don Joseme, recibiendo el mayor premio que se le puede dar a un escritor de lengua española. Sólo alguien como Pacheco es capaz de quitarle toda la solemnidad al asunto y a su vez llenarlo de grandeza. Sonríente, bromeando con toda sinceridad, sin dejar esa aura infantil y despreocupada. José Emilio es raza, es la persona más humilde dentro de la literatura mexicana -dónde encontrar personas humildes ya es una hazaña-.
"Lee mucho, escribe mucho, y publica poco." Sus obras completas se resumen a 800 páginas. Quince por año según sus cálculos. Lo suficiente.
Siempre lo he dicho, un libro que marcó mi vida y que hizo darme cuenta de lo hermosa que es nuestra literatura es Batallas en el desierto. Tenía catorce o quince años cuando lo leí. Fue una revolución en mí. A partir de ahí llegaría a Macondo, a Comala, a la Región más transparente y a los Desiertos de Sonora. Pero nada de eso hubiera sucedido sino fuera gracias a la novela de Carlitos, Jim y Mariana.
La grandeza de don José Emilio es tal que no le da pena que se le caigan los pantalones en plena ceremonía. En vez de hablar sobre la magnifisencia de sí mismo, Pacheco en su discurso, relató su primer encuentro con Cervantes: 8 años de edad, Palacio de Bellas Artes, versión infantil, teatro, Salvador Novo. "Me gustaría que el premio Cervantes hubiera sido para Cervantes".
José Emilio es sincero consigo mismo: se queda dormido cuando hablan de él en público, le da pena dar las mismas respuestas en sus entrevistas, no le gustan las cámaras, "la verdad es que soy muy tímido". Es alguien a quien sólo ves y ya te produce algo en tu interior, o al menos, en mí. Jamás olvidare las tres veces que he tenido la oportunidad de verlo y hablar con él, aunque sean sólo unas pocas palabras.
Con el mundo de la literatura a sus píes prefirió no hablar de si mismo. Decir que él no merecía tal premio. Una enseñanza de humildad pocas veces vista. Un fenómeno entre los egolatras escritores latinoamericanos -saldudos para Gelman, Vargas Llosa y Fuentes-. El mejor poeta mexicano vivo. Uno de los mejores narradores, también. José Emilio Pacheco cumplió el año pasado setenta años. Toda una serie de homenajes que apenas ayer parecieron terminar. Afirma que no ha escrito ni una sola linea en todo ese tiempo. Un merecido descanso, maestro, pero no nos obligue a no poder leer algo más de su obra.
Ya ganado el premio de poesía Reina Sofia y el Cervantes, el único paso que le falta sería el Nobel. Se ve lejano, y más por lo cerrada e ignorante que es la Academia. Sin embargo, ¿Realmente importa?, opino que no. Maestro Pacheco, ya eres inmortal.
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